sábado, 27 de agosto de 2016

EL CONTEXTO DE LA DEMANDA FORMATIVA

EL CONTEXTO DE LA DEMANDA FORMATIVA

Si seguimos la secuencia que planteábamos hace un par de días en nuestra entrada al blog, quizá sea bueno insistir en que vivimos en un dinamismo de cambio de tal magnitud que necesitamos adecuaciones constantes y crecientes ante el riesgo, siempre presente, de no lograrlo del todo y de perder los referentes necesarios para comprender la realidad e instalarnos en ella. 
A ese dinamismo provocador de nuevas necesidades formativas están contribuyendo: la economía, la demografía, la propia sociedad o la cultura, etc. 
La economía y su universalización están provocando la aparición de nuevos
modelos de producción, la creciente dependencia de la tecnología (en una carrera hacia la reducción de costes, desarrollar competitividad,...), la especulación monetaria, la “universalización” industrial (“deslocalización” lo denominan otros autores), etc. Todo ello está provocando, a su vez, una presión sobre la formación (formal y no-formal) buscando adecuación a los nuevos requerimientos, porque en esa dinámica se ha provocado dejar fuera del empleo, sólo en Europa, a 17 millones de personas. 
Cuestiones como la desaceleración (alarmante en algunos casos) del crecimiento demográfico en nuestro entorno y aun dentro de nuestras propias fronteras, los movimientos migratorios, el aumento de la esperanza de vida junto con el adelanto (razón por la que ahora se habla de retrasarla) de la edad de jubilación, etc. están también presentes como elementos a tener en cuenta al analizar las demandas formativas, junto con la aparición de nuevas demandas asociadas a aspectos como: salud, medio ambiente, igualdad entre sexos, consumo, etc. y otras que provienen de las prácticas culturales. 
El caso es que estos hechos vienen provocando nuevas exigencias sobre la formación en el ámbito formal, que están afectando tanto a su incidencia (de tal modo que viene aumentando el periodo de vigencia y exigencia para la población), como a su esencia (hasta el punto de que su consideración ha cambiado sustancialmente), y también en la formación en el ámbito no-formal, en la medida en que están apareciendo nuevos parámetros surgidos de las mismas circunstancias.
 
Estamos, en definitiva, ante un cambio cualitativo que afecta al texto y contexto de la enseñanza, lo cual va a exigir la modificación de las estructuras curriculares, organizativas, actitudinales, etc. Esto, que es válido en general, es especialmente importante en las acciones del ámbito no-formal, toda vez que su marco formativo aún carece de sustantividad, por más que necesite considerarse una acción educativa integral e integrada, aunque diferenciada y capaz de aglutinar diversas modalidades estratégicas susceptibles de adaptarse a las múltiples realidades que conforman el mundo actual y del futuro. 
Nuestro marco político, social, cultural y económico es Europa y en Europa la situación actual y de futuro a medio plazo van a estar marcadas por algunas de las inadecuaciones que estamos viviendo, entre las cuales van a seguir destacando, a nivel socio-político, ciertas transformaciones ideológicas y el paro, que seguirá siendo, dado su carácter estructural, uno de los problemas a salvar en la presente sociedad, aparte del logro de comprensión y cierto nivel de solidaridad entre los distintos países que la componen y entre éstos y aquellos otros que conforman su zona de influencia o interdependencia. 
A la vez, seguiremos afectados por el cambio irreversible que viene protagonizando la utilización masiva de la microelectrónica y la informática, que está provocando una nueva e irreversible revolución. 
Todas estas cuestiones están proporcionando un nuevo contenido a la formación. Formarse hoy exige adaptarse cultural, social, laboral, profesional y personalmente a esa evolución que citábamos y a su aplicación a los procesos de comunicación y producción, así como a las nuevas concepciones de cultura, producción, relaciones sociales, económicas e industriales, etc., que se están provocando. Formarse hoy requiere, por otra parte, compromiso e iniciativa, adaptabilidad, variedad y participación y: 
* Buscar el desarrollo personal desde la información, análisis y participación en los problemas del entorno.
* Potenciar habilidades organizativas, de cooperación, de comunicación, etc. 
Y es que en situaciones socio-culturales como las que marcan y definen actualmente nuestra vida, en las que se producen cambios acelerados, deben establecerse medidas e instrumentos complementarios de socialización y culturización, tanto en el dominio de las actitudes y valores como en el ámbito de los saberes útiles para los individuos y tanto en la vertiente social como profesional /ocupacional. Este hecho justificaría por sí sólo la aplicación del concepto de educación permanente y también la actuación formativa fuera de los circuitos "formales". 

De lo que se trata hoy es de proporcionar una formación diversificada que recoja competencias enculturalizantes y socializadoras, que no debe desarrollarse solamente desde la perspectiva formal o desde el simple adiestramiento para la inserción individual en el aparato productivo. 
El problema para el desarrollo de esta formación que apuntamos es lograr armonizar las instancias sociales que confluyen en la socialización, culturización y ocupación. Estas instancias se muestran antagónicas tanto en los mensajes que intentan transmitir como en el código de valores y de capacidades operativas en las que basan su actuación. 
Los planes de formación -formales y no-formales- deberán de preocuparse de preparar a todos para adaptarse a la complejidad y movilidad crecientes de nuestra sociedad. Este hecho lo entendemos de suma importancia, por cuanto de él van a derivarse problemas de identidad, de asunción de valores y, en definitiva, de adaptación al entorno. 

Todo ello debería servir de marco o punto de referencia fundamentalmente en las acciones formativas que se emprendan en el ámbito no-formal. 

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