lunes, 15 de agosto de 2016

LAS NUEVAS FORMAS DEL LENGUAJE

LAS NUEVAS FORMAS DEL LENGUAJE

Vivimos una época en que la figura, lo exterior, la imagen… es lo que importa. También el snobismo que, por lo que respecta al lenguaje, adquiere dos formas: el uso de anglicismos y el “porque me da la gana”. O sea, que, además de la forma externa, hemos elevado la individualidad al altar de lo que se puede hacer, al derecho único, a la medida de los valores (la verdad es que no tenemos muchos).

Mientras, el respeto, la sociabilidad, la ética, las buenas maneras… las hemos hecho desaparecer. Como iconoclastas por imperativo individual.

Es cierto que cada época elabora unos códigos que se notan en el lenguaje también, pero nunca hasta ahora eso había supuesto incorrección o se había saltado los márgenes de eso que hemos llamado siempre “sentido común”. Es más, nunca esos nuevos códigos habían roto totalmente la corrección.

Y eso está presente en todo, en los medios de comunicación y en la política para empezar, porque ambos medios tienen o producen un eco especial y una especie de justificación social.

Vamos, que la incorrección en el lenguaje se presenta como algo natural (en los medio, sobre todo) y como signo de modernidad política, como si en sí mismo el lenguaje fuera el “uniforme” de la nueva ideología política (que ha de limpiar y sustituir a las viejas formas de conducirnos).

No importa el insulto, la incorrección, la mentira, los discursos vacíos de contenido y de estructura… importa la polarización, el ruido, la retórica mal llamada populista.

Todo se justifica en la “libertad de expresión” como manifestación de un nuevo modo de hacer, de rechazar lo pasado (como si la corrección en el habla fuera una forma de mentir u ocultar). Peor aún, esas formas pareciera que son síntoma de integridad personal, de sinceridad…. Todo vale con tal de usar (mal) el género gramatical y los neologismos sobre las culturas, las razas, etnias y religiones (para que no nos tilden de machistas, por ejemplo, o de racistas).

Importa el espectáculo, la palabra gruesa, el razonamiento de brocha gorda y generalista que no dice nada, importa lo “políticamente incorrecto” (en el sentido que decíamos antes).

Una aclaración: no hay que ser ni machista, ni racista ni irrespetuoso con el lenguaje o con la actitud, tampoco es preciso que parezca que hemos acabado de salir de un convento de ursulinas (es un ejemplo). Lo que quiero decir es que el lenguaje no puede ocultar lo auténtico, el mensaje… no debe servir de máscara de nada y eso es lo que esta ocurriendo (bajo mi humilde experiencia).

Son muchos los ejemplos que se pueden poner para corroborar esto que digo. Podríamos fijarnos en los discursos y en los artículos aparecidos en Gran Bretaña alrededor del tan traída y llevado BREXIT (hasta la palabra es importada). Lo pongo en primer lugar porque hasta los autores de esos discursos y reportajes han reconocido que HABÍAN MENTIDO A SABIENDAS.

Al hacerlo así, lo que se ha votado en el Reino Unido ha sido una ACTITUD, un ATAVISMO, una CRÍTICA, no lo que realmente había que votar (y no me me meto con que deban estar dentro o fuera de la UE, que esa es otra cuestión).

Otro ejemplo le está dando el candidato a la Casa Blanca, el Sr. TRUMP, que ni comentaré o nuestros propios políticos. Al final pareciera que hablar correctamente es de personas deshonestas (o algo parecido) o de personas que se creen poseedoras de la cultura del sistema, como si no hubiera leyes o normas que no haya que saltarse….

Las redes sociales y las tecnologías de la comunicación y la información están ayudando a ampliar el problema, añadiendo o ayudando a añadir un nuevo “ruido” en la comunicación: los neologismos (anglicismos en particular) y las siglas como modo de transmitir conceptos.


Es cierto que el lenguaje no es más que la sombra del pensamiento, pero… si esa es la sombra, que algo nos ampare en el descenso, porque ¿cómo será el original?.

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