sábado, 17 de septiembre de 2016

¿QUÉ ES ESO DE SER FELIZ?

¿QUÉ ES ESO DE SER FELIZ?

La individualidad hedonista se ha convertido en valor, de tal modo que lo que vale es que todo en nuestra vida vaya del modo que uno desea (si no lo hace así es porque alguien o algo -no yo- me está fastidiando). El placer, el dominio de uno mismo y del entorno (de todo tipo) es o parece ser el estado “normal” en el que vivir, en el que llevar los aconteceres de nuestra vida. Solo así nos sentimos FELICES, que es la aspiración y el horizonte al que hay que aspirar y poseer.

A veces puede ser más o menos fácil estar en cierto equilibrio con todo aquello que nos rodea (solo a veces), pero lo fastidiado es estarlo con uno mismo. El primer caso puede darse, como decimos, pero hay múltiples variables que pueden desequilibrar las relaciones con el medio en cualquiera de sus
manifestaciones: las relaciones familiares o con los amigos, el trabajo, el tráfico, las normas, el estado físico, etc. El segundo es casi imposible que se de, pues el simple hecho de pensar que uno puede no ser feliz del todo ya es estar infeliz y porque todo, todo lo que hacemos, soñamos, aspiramos… todo podría ser o estar mejor.

Abundan libros de esos denominados de “autoayuda” para hacer más fácil el acceso a la felicidad o a la cualquier cosa placentera y seguro que en ellos algunos pueden encontrar algo que les venga bien o que les sirva para “falsar” esto que estoy escribiendo, pero: ¿La competitividad y la cultura “envoltorio”  (puramente cosmética) no nos provoca ser críticos con nosotros mismos? Pues eso nos provoca infelicidad a poco sensatos que seamos (o paranoicos). ¿Aceptamos que podemos cometer errores, somos críticos con nosotros mismos? Puede que sí y ojalá que sí, pero hay que asumir que eso también nos lleva a cierta infelicidad.

Seguro, además, que aparte de esa inquietud personal, cuando las cosas siguen yendo un tanto “torcidas” para nuestro bienestar, nos lamentamos de todos y de todos en vez e reaccionar. Bueno, pues eso también acrecienta la infelicidad, pues acelera y justifica el torbellino negativo que atormenta nuestro placer y valía personal. 

Eso, lamentarnos, nos lleva solo a negar la realidad, a no ver las cosas como son y a culpar a los demás, lo cual es motivo de aceptar el no hacer nada, el buscar excusas. Es cierto que “echar balones fuera” (por usar un símil conocido) nos puede servir en un momento para evitar ansiedades, para tapar la cobardía ante lo que hemos de afrontar, pero está claro que no arregla nada, en todo caso lo que aumenta es la incertidumbre.

Los parámetros  que nos sirven de referencia hoy tienen mucho que ver con lo “que pensamos que piensan los demás de nosotros” (no olvidemos lo que dijimos más arriba), bien, pues eso seguro que nos aleja de la realidad y de NOSOTROS MISMOS. Ocurre lo mismo cuando nos anclamos en el “pasado”, en tiempos que consideramos más felices o en los que éramos más jóvenes. Todo eso nos lleva a no disfrutar de nada, solo a lamentaciones vacías de contenido y de razón.


Ocurre igual cuando comparamos lo que hago o lo que tengo o lo que aspiro con lo que no tengo. ¿Quién ha dicho que la felicidad está en poseer? y ¿en poseer lo que no tengo? ¿No es más práctico idear cómo serlo utilizando lo que realmente tengo?. Porque al final nadie más que yo es el conductor de mi vida, no vale lo que los demás tienen o dicen o hacen, no valen rencores ni envidiasla felicidad vale lo que yo valgo.


Fijémonos por un momento en el diccionario (por aquello de definir para no confundir”: “La felicidad es el estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno”. Eso nos lleva a pensar que cada persona posee una respuesta, una definición de felicidad diferente y debe de actuar de acuerdo con ella.

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