jueves, 27 de octubre de 2016

TIEMPOS EXTRAÑOS

TIEMPOS EXTRAÑOS 

Mira que se está haciendo difícil orientarse en el mundo este que hemos construido y más aún interpretarlo y que tenga sentido esa interpretación. Es una realidad paradójica, más parecida al “realismo mágico” de García Márquez y otros autores hispanoamericanos que al razonamiento cartesiano.

Por un lado hemos acelerado la revolución científica hasta extremos insospechados hace apenas diez años (lo venimos haciendo desde finales del s. XX), pero es que ahora la acción de esa revolución es más cercana y más influyente, de tal modo que está afectando al mundo del trabajo, a la producción, al conocimiento mismo, al tratamiento de las enfermedades y al alargamiento de la esperanza de vida, por no citar el conocimiento del ese inmenso universo que nos envuelve. A la vez hemos puesto más al alcance de la mano de todos esos avances, esos descubrimientos científicos, aunque no se sepa aún en muchos casos el alcance o la profundidad de muchos de ellos.

Pero (y ahí estaría la contraposición) es como si el conocimiento de esos adelantos nos diera miedo y la sociedad, casi todas las sociedades (yo diría todas, pero parecería una petulancia) les ha dado por mirar hacia atrás y se han generado movimientos (peligrosos por lo potentes) irracionales, fanáticos y cargados de visceralidad contra los “diferentes”.


Pareciera que entre más conocemos, entre más adelantos tenemos a nuestra disposición, más odiáramos a los de al lado o a los que no son como nosotros. Veamos algunos ejemplos.

El primero, por evidente, es la predominancia y crueldad de las Guerras de Religión (que todos dábamos por muertas no hace tanto). Creíamos que la larga experiencia de guerras de ese tipo (entre religiones y en el seno de las mismas) nos había curado  y que habíamos optado por una convivencia digamos que laica, sin injerencias en ese aspecto. Pero no es así. No nos hemos secularizado y … parece que aun nos queda un largo recorrido para conseguirlo.

Y no me refiero solo a los islamismos radicales (porque son varios los enfrentamientos que desde lejos nos parecen uno solo). Cada grupo (y los hay para todos los gustos) ha emprendido un camino contra la historia de un modo ciego y visceral e intentan castigar al resto de grupos. El único denominador común (que es el que nos hace ver todo el movimiento como si fuera uno solo) es el odio a los valores occidentales, bueno, ese y algunas formas de manifestar ese odio (con ataques suicidas cada vez más estudiados y más mortíferos, por ejemplo).

Se puede argüir que occidente se ha aprovechado de algunos de esos odios internos (dentro del islamismo) para sus propios intereses. Es cierto, como lo es el que eso ha acrecentado la hoguera de los odios, pero no se puede negar que, en el fondo, subyace una guerra que es religiosa (por más que se sufrague con petróleo).

A la vez que ha crecido la xenofobia en el interior del islamismo lo ha hecho en el mundo occidental, unas veces como reacción, otras por miedo (por ejemplo ante las migraciones). Y ahí tenemos los casos de Alemania, Francia (que nadie olvide a Marine Le Pen), Austria, Polonia, Gran Bretaña (El “brexit” nace y se nutre de xenofobia) o a Trump en los EE.UU (por no alargar la lista, aunque habría que anotar también los movimientos rupturistas que, con retorcidas interpretaciones históricas, acaban propiciando la misma xenofobia y los mismos odios).

Hemos retrocedido muchos años en la modernización de la sociedad y nos estamos acomodando (de nuevo) en nacionalismos provincianos, nos estamos excitando con pasiones nacionalistas a pesar de la globalización, nos estamos olvidando que la política (en su sentido más puro) está en contra de los populismos,  de los fundamentalismos y, lo que es peor, estamos dejando a un lado que los avances científicos nos permiten vislumbrar un mundo diferente y más avanzado.

Miedo da que ese fundamentalismo contamine la propia democracia, haciendo, por ejemplo, que las mayorías puedan gozar del privilegio de arrasar no solo a las minorías, sino también los derechos individuales que tanto sudor y sangre nos ha costado conseguir.


Tengo algún conocido que me alarga la lista de fundamentalismos añadiendo a los “ecológicos”, con sus utopías, unas veces basadas en la racionalidad, pero otras, las más, en patologías (por ejemplo luchar por la dignificación de la vida de los animales y pedir la muerte de un chiquillo).

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