lunes, 7 de noviembre de 2016

LA INTERVENCIÓN EN EL ÁMBITO SOCIAL (X): Otros profesionales del ámbito de la inadaptación social. (Continuación)

LA INTERVENCIÓN EN EL ÁMBITO SOCIAL (X): Otros profesionales del ámbito de la inadaptación social. (Continuación) 
En definitiva, la mayoría de autores están de acuerdo en que las implicaciones de las teorías de la privación y la desventaja para la práctica de una intervención efectiva sobre la conducta delictiva son normalmente vagas y de poca ayuda a la hora de guiar la práctica y conducen a estilos de trabajo que poco tienen que hacer con la actual conducta delictiva de un individuo particular. En consecuencia, y lo que es más grave, si no se logra la desaparición de la conducta delictiva es prácticamente impensable la inserción social, tarea que paradójicamente se le exige al profesional de base. 
Investigaciones más modernas ponen el acento en aspectos cualitativamente diferentes a la hora de hablar de las causas y de los factores que mantienen la delincuencia, si bien los resultados de tales investigaciones y las formas de intervención a las que ellas conducen tienen, por el momento, muy escaso eco en nuestro contexto geográfico. 
Tales investigaciones, fundamentadas en aportaciones de la Psicología Social, la Psicología Cognitiva y las más modernas teorías explicativas de la conducta desviada (teorías ecológico-conductuales, etc.) parten de las siguientes premisas básicas: "a) el individuo es un producto social, b) el delincuente es activo a la hora de determinar su conducta, c) es un ser racional, que piensa, que decide, que percibe (sin por ello olvidar que también es un ser afectivo), y d) los seres humanos no solamente observamos la conducta de los demás sino que le atribuimos significados en función de nuestros propios constructos”, como ya apuntó Derman en 1988. 

La conclusión fundamental a la que llegan estas investigaciones es que los factores que mantienen la conducta delictiva o desviada actual -no ya la causa general, quizás remota en el tiempo, sobre la que no es posible incidir- pueden englobarse bajo dos grandes categorías: a)los factores del contexto situacional en que se desenvuelve el individuo y realiza sus actos , y b) las percepciones, las actitudes, las cogniciones y las motivaciones que dirigen sus intenciones y su conducta y que emergen en este particular contexto. Y ello no es incompatible con el hecho de pensar que esas percepciones, actitudes, etc. tienen su punto de arranque en experiencias tempranas, e incluso actuales, de privación afectiva y educativa y de desventaja social. 
Las implicaciones para la práctica que comportan ambas formas de conceptualización de la delincuencia son, evidentemente, muy distintas. A grandes rasgos, mientras las teorías de la privación y la desventaja dan lugar a estilos de intervención indiferenciados, que se aplican a toda la población, y que consisten básicamente en ofrecer recursos compensatorios de tales déficits, las modernas formas de intervención consisten en incidir directamente sobre el sistema de creencias y actitudes del sujeto y sobre sus capacidades cognitivas de resolución de problemas interpersonales y toma de decisiones, pasando por la incidencia en factores como el autoconcepto, el autocontrol o las habilidades sociales (y todo ello sin descuidar, por supuesto, la vertiente compensatoria). 
De acuerdo con todo lo dicho, hay que pensar en un plan de formación coherente que lleve al profesional, más que a ser un buen técnico y un buen conoceder de muy diversos temas, a que comprenda la delincuencia, a que entienda los motivos y razones que se encuentran detrás de cada acto delictivo protagonizado por cada uno de sus "clientes"; a que sea capaz de descubrir y entender el razonamiento y el sentimiento que subyace en cada acción humana; que sea capaz de penetrar en la dinámica intencional de los jóvenes con los que trata; que sea capaz de establecer con ellos una relación empática, una interacción real, en definitiva, una comunicación humana. Además, hay que formar a un profesional reflexivo, autocrítico, capaz de modificar e investigar su propia acción y, sobre todo, y quizá lo más importante, hay que formar el area de las actitudes personales a la hora de pensar y enfrentarse con el fenómeno de la delincuencia. 


Haciendo un esfuerzo de traducir todo ello en objetivos, podríamos afirmar, junto la opinión e otros autores, que los objetivos de la formación de los profesionales que trabajan en el campo de la delincuencia infantil y juvenil deberían ser:


  1. dominio de los elementos del contexto: individuos, organizaciones... 
  2. conocimiento profundo de los contenidos de la profesión,
  3. sensibilidad constante a los acontecimientos
  4. capacidad analítica, de solución de problemas, de decisión y de juicio,
  5. capacidad y habilidades sociales 
  6. capacidad emotiva y capacidad para trabajar eficazmente incluso en situaciones muy problemáticas
  7. orientación a la acción,
  8. creatividad, 
  9. capacidad de reflexión e investigación. 

Reconocidas escuelas europeas en el ámbito de la formación especializada de los trabajadores del campo de la Justicia de Menores y la Justicia Juvenil coinciden en abordar un conjunto de temas que nos parecen de interés. Nos referimos, principalmente, a la Escuela Bavaresa de formación de funcionarios del ámbito de la Justicia (Alemania), al Centro de Formación y Estudios de Educación Vigilada de Vaucresson (Francia) y al Instituto de Educación Superior del condado de West Sussex en el sureste de Inglaterra. 

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