domingo, 20 de noviembre de 2016

LOS PROFESSORES !SE FORMAN¡

LOS PROFESORES ¡SE FORMAN!

La evolución ideológica, generada a finales del s. XX, ha provocado una especie de huida hacia “ninguna parte”, que definimos como “crisis”, pero que, en definitiva, consiste en el rompimiento de los modelos que nos sustentaban como individuos y sociedad, dando prioridad al “mercado” o, como suele decirse, “los mercados”. Ese hecho está hipotecando la realidad de todos, a la vez que está transformando la sociedad, que vive regida por la economía, a la que se vienen sacrificando todas las demás necesidades.
Tanto es así que eso que llamábamos “poderes sociales” (religioso, militar, político y mediático) se han quedado reducidos o han sido subsumidos por el poder económico, que rige los mercados y genera esa huida que decíamos antes, dejando solamente la opción de quedar fuera del sistema.

Es ese cambio copernicano el que ha generado cambios en los intereses sociales, que, de imperceptibles, están pasando a marcar un nuevo modelo, que se traduce, sobre todo, en las instituciones más cercanas a las necesidades e intereses sociales: educación, sanidad, seguridad, relaciones y comunicaciones.

Tal es el clima en el que se debate la Universidad y la Educación.
Sobre esas realidades han llovido críticas desde todos los frentes, sustentadas, en general, en el hecho de que no estaban contribuyendo al desarrollo social y a los intereses de los ciudadanos. El propio mundo universitario ha contribuido a ello, porque sus agentes también han sido arrastrados por ese nuevo modelo que se quiere instaurar y que no se acaba de perfilar. Quizá por culpa de los propios profesionales, ni unos ni otros han acabado de aportar qué modelo de universitario, de educación y de universidad y escuela sería el que respondiera a las nuevas necesidades, a las nuevas exigencias, a los nuevos problemas sociales e individuales, a la vez que a la misión de la universidad y de la educación de recrear y construir conocimiento científico.

Los sistemas mediáticos han dado una importancia inusitada a la “gobernanza” de la universidad y a algunos de los resultados de su acción (visibilidad e investigación, fundamentalmente) asumiendo eso como racionalidad de su crítica, como si esas comparaciones pudieran hacerse sin establecer primero un común denominador.

Pondremos un ejemplo: En la más nombrada de las clasificaciones de las Universidades (Academic Ranking of Word Universities) conocida como “Ranking de Shanghai, las 10 primeras universidades del mundo son: Harvard U., Stanford U.MIT, UC Berkeley, U.Cambridge, Princeton U.Caltech
, Columbia U., U.Chicago y U.Oxford. 

Hay que hacer hincapié en que 8 de ellas son de los EE.UU y dos de Gran Bretaña. Pues bien, de todos es sabido que, al menos las universidades de los EE.UU, eligen a sus alumnos (en el resto de países no se pueden elegir) y sus presupuestos son impensables para ninguna otra universidad. A la vez, los países anglosajones mantienen una cultura socio-empresarial que permite contratos y ayudas que en otros ámbitos son inalcanzables.

Pues bien, el caso es que sobre la educación ha caído buena parte de la debacle económico-social (aparte de sobre la sanidad y otras entidades socio-asistenciales).


No se puede argumentar que la universidad y la educación en general deban estar fuera de toda crítica. Es cierto que ambas han generado una separación entre teoría y práctica, que ambas también han discurrido y se han desarrollado al margen del contexto social de producción, incluso que se han anquilosado, que tienen una crisis de hegemonía, en el sentido de que no pueden cumplir todas las misiones encomendadas. Todo eso y aún más puede y debe decirse y atribuirse a la universidad y a la educación, como decíamos, pero todo eso no justifica que hayan dejado de ser prioritarias dentro de las políticas sociales de los estados.

La Universidad y la Educación, curiosamente, han asumido, en general, su propia crisis y el objetivo de cambio, tanto es así que han tratado de adecuarse a los procesos de cambio (Tal es el caso del Proceso de Bolonia en las universidades, que ha dado lugar a: nuevas metodologías, nuevos planteamientos, nuevas evaluaciones, nuevos medios, miradas transnacionales, competitividad interna y externa, nuevos sistemas de promoción -ahora externos a las universidades-…., necesidad de encontrar nuevas fuentes de financiación, generación de la mayor precarización del trabajo que se conoce, etc).

Sobre todo ello, la Universidad y la Educación en general han asumido la idea de FORMACIÓN y PROMOCIÓN PROFESIONAL como ejes de su cambio, y de su adaptación a los cambios explicitados por los entes sociales (que nunca se sabe si son los que de verdad se requieren o los que interesan). En todo caso han asumido la CAPACITACIÓN como modo de gestionar su acción.

Y esta memoria son una muestra de ello. Los profesionales de la Educación SE FORMAN a pesar de la crisis, a pesar de los pocos recursos de que se dispone, a pesar de tener casi todo en contra, a pesar de que, en el caso de los profesionales universitarios (un tanto por ciento muy elevado de ellos) sean los trabajadores más precarizados de todo el sistema social, a pesar de que sus investigadores, después de 10 años de preparación y de estancias en el extranjero, no logren superar la barrera de ser “mileruristas”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario