lunes, 2 de enero de 2017

A COLABORACIÓN INTERINSTITUCIONAL PARA LA FORMACIÓN EN LA EMPRESA (3): La Formación de Personas Adultas

LA COLABORACIÓN INTERINSTITUCIONAL PARA LA FORMACIÓN EN LA EMPRESA (3)
La Formación de Personas Adultas 
La formación de personas adultas nace ligada a la dinámica de cambio y adaptación constante en la relación que se establece entre el conocimiento científico- cultural, su desarrollo, las necesidades sociales e individuales y el mundo del trabajo, como hemos dejado apuntado. 
Tiene, pues, un cierto sentido "compensatorio ", de "complementariedad " respecto a la "formación de base ", de "transición ", a la vez que también tiene un cierto sentido "social " y de "ayuda individual ". Y se justifica tanto por la inercia de los sistemas de formación de base como por la dinámica de los ámbitos de referencia de esa formación. 
Desde el primer supuesto, la formación de personas adultas tendría ese carácter compensatorio o de complementariedad que decíamos, en la medida en que serviría para cubrir o salvar las insuficiencias de los sistemas de formación o para adaptarlas a las necesidades e intereses de los propios individuos. 
En el segundo caso tendría un carácter social, de apoyo o de ayuda, en la medida en que serviría para que las personas dispusieran siempre de un sistema para enfrentarse a nuevas situaciones de todo signo. 
En ambos casos, como es fácil suponer, la enseñanza de personas adultas debe atender problemáticas diversas, diferenciadas y/o especializadas, tantas como posiciones ocupe cada persona respecto a la formación de base necesaria para la vida en su ámbito socio-cultural, para su desarrollo y autonomía personal, para su proyección personal, laboral o social, o para la asunción de cuantos nuevos planteamientos derivados de los cambios socio-culturales y profesionales le afecten. 

En este sentido la formación de personas adultas es un servicio permanente que, actuando desde la perspectiva de la educación formal y no formal, intenta contribuir tanto a la mejora de la sociedad como al desarrollo y mejor proyección de los individuos, proporcionando conocimientos, actitudes, procedimientos o habilidades para el ejercicio de todos sus derechos. 
La formación de personas adultas intenta, por lo tanto, dar respuesta a demandas y necesidades complejas y diversas, por lo que requiere de formas y planteamientos no tradicionales y susceptibles de actuar con eficacia en esa amplia realidad. Debe de quedar claro que en situaciones socio-educativas en las que se producen cambios acelerados deben establecerse medidas e instrumentos complementarios de ayuda al desarrollo individual, social y cultural que actúen tanto en el dominio de las actitudes y valores como en el ámbito de los saberes útiles para los individuos. 
Del mismo modo que sobre la formación básica de carácter obligatorio inciden una serie de circunstancias que vienen provocando nuevas exigencias tanto sobre su incidencia (de tal modo que viene aumentando el periodo de vigencia y exigencia para la población), como sobre su esencia (hasta el punto de que su consideración ha cambiado sustancialmente), también en la Formación de Personas Adultas hay que tomar en consideración nuevos parámetros surgidos de las mismas circunstancias. 
No tenemos espacio para justificar en toda su extensión las incidencias que concurren hoy sobre esta formación, pero aún así no parece atrevido apuntar que: 
  • 1. La demanda de formación ocupacional y continua va a seguir aumentando progresivamente hasta el punto de que la formación 'post-obligatoria' se va a convertir en una actividad generalizada y permanente. 
  • 2. A la vez, esa formación abarcará periodos más prolongados, debido tanto a los cambios demográficos, extensión de la vida activa, aumento de las exigencias sobre la formación de base, movilidad, etc., como al propio aumento de la esperanza de vida. 
  • 3. Por otra parte, tanto el creciente proceso de especialización, como la acentuación de las identidades regionales van a incidir también en el incremento de acciones formativas para los adultos, como vía para mantener la competitividad, el empleo y los procesos de integración sobre bases plurihistóricas. Estos hechos, a su vez, van a abrir nuevas 'especificidades' en la acciones formativas. 
  • 4. Las nuevas características del desarrollo tecnológico van a incidir en la descentralización de estructuras sociales y personales y en el incremento de la especialización y cualificación, 
  • 5. La movilidad puede erigirse, si no lo está haciendo ya, en la característica más distintiva de la sociedad del futuro.


Como apuntó Kugemann (1992:23), "los más importantes cambios -y, por lo tanto, retos- en el futuro de la educación de adultos resultan claros: muchos más discentes, mejor cualificados, muy imbricados en el marco regional, con necesidades e intereses más específicos, mayor frecuentación tecnológica, alta demanda de cualificación continua y mucha más movilidad”.


En este “espacio” debe de comprometerse la sociedad en su conjunto y muy especialmente los denominados “agentes sociales”. 

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